Una de las dependencias de la iglesia llena de luz y de encanto y que tiene su entrada por una puerta abierta en el retablo cerca del altar mayor en el lado del Evangelio, es el Camarín de la Virgen, al que todos los visitantes desean siempre subir para poder contemplar y adorar más de cerca la imagen de Nuestra Señora y besar su manto.
En la sesión del 7 de diciembre de 1715, celebrada por la Cofradía siendo mayordomo Francisco Hierro, tomaron el acuerdo de hacer un camarín a la Virgen. Por falta de fondos, se vendieran los pinos y castaños del pinar que rodeaban a la ermita, para que, unido a las limosnas que se pidieran, se pudiera hacer la obra.
Su estilo es barroco; se trata de un lugar acogedor y lleno de encanto. Aunque muchísimo más modesto, tanto en sus líneas arquitectónicas como en su belleza artística, tiene el mismo tipo que los de su época, como, por ejemplo, el camarín de la Virgen de Guadalupe.
El Camarín fue pintado en 1765 por Francisco de Tuesta. Las pinturas al fresco, que se conservan en gran parte, son de extraordinaria belleza, dando todavía una nota de color al camarín.