Origen del Culto

Origen del culto a la Virgen de la Montaña

Francisco de Paniagua, eremita nacido en el último tercio del siglo XVI en Casas de Millán, provincia de Cáceres, fue el iniciador del culto a Nuestra Señora de la Montaña, en un principio bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación y de Montserrat.

Paniagua construyó una cabaña en la Sierra de la Mosca, lugar al que se había retirado para vivir su fe, aprovechando el abrigo de los peñascos más altos y colocando, en el saliente de una roca, la imagen de la Virgen.

La construcción de la capilla fue posible gracias a la colaboración de los habitantes de Cáceres y su entorno adonde Francisco Paniagua bajaba regularmente con la pequeña imagen a pedir donativos.

Desde el principio contó con el apoyo e inestimable ayuda de D. Sancho de Figueroa, párroco de la Santa Iglesia Concatedral de Santa María y Vicario de la Diócesis en Cáceres, que colaboró económicamente con Paniagua y aconsejó durante más de 14 años para la curación de su alma. Entre otras acciones, colaboró en la compra de la imagen original y celebró la primera Santa Misa en la ermita el 25 de marzo de 1626, fiesta de Ntra. Sra. de la Anunciación.

El 22 de mayo de 1636 murió Francisco de Paniagua en Cáceres y fue llevado a hombros por D. Sancho de Figueroa y otros tres sacerdotes hasta la ermita, donde recibió sagrada sepultura al pie del altar primitivo. En el siglo XVIII fueron trasladados sus restos al lugar que hoy ocupan delante del altar, con una lápida donde se puede leer: “Aquí yace Francisco de Paniagua, fundador de este Santuario”. Es la única persona enterrada en él.