Día 5: Oración que compuso el fundador de la Cofradía D. Sancho de Figueroa

Salúdote Reina de virginal pureza, María, Madre de mi Señor Jesucristo, vergel hermosísimo de los deleites del Paraíso del Cielo, rosa cándida y olorosa sin espina de original pecado; yo te bendigo y alabo, pues eres engrandecida del mismo Dios, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa y Templo del Espíritu Santo; suplícote yo el más indigno de todos tus devotos, me concedas y alcances de tu precioso Hijo, de tal manera vivir esta vida que cuando de ella parta, vaya a gozar de la eterna, donde en

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

Salutación

Oración que compuso el fundador de la Cofradía D. Sancho de Figueroa

 

            Salúdote Reina de virginal pureza, María, Madre de mi Señor Jesucristo, vergel hermosísimo de los deleites del Paraíso del Cielo, rosa cándida y olorosa sin espina de original pecado; yo te bendigo y alabo, pues eres engrandecida del mismo Dios, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa y Templo del Espíritu Santo; suplícote yo el más indigno de todos tus devotos, me concedas y alcances de tu precioso Hijo, de tal manera vivir esta vida que cuando de ella parta, vaya a gozar de la eterna, donde en cuerpo y alma vives y reinas por todos los siglos son fin. Amén.

Deprecación

 

            Soberana Señora, Virgen María, Emperatriz de Cielos y Tierra, Reina de Ángeles y hombres, Madre de vuestros devotos. Consuelo de afligidos y Abogada de pecadores. Yo, el mayor de todos, pero hijo Vuestro aunque indigno y colocado por Vuestra amorosa piedad bajo el ampara y tutela de Vuestra milagrosa imagen de la Montaña, que con el más reverente culto y reconocido afecto venero en mi corazón gozoso de merecer la singular dicha de apellidarme hijo e tal Madre. Yo os saludo, Virgen Purísima, como escogida entre todas las mujeres para hija del Eterno Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa del Espíritu Santo. Y os suplico humildemente con todo mi corazón, confinado en la Protección de Vuestra bendita sombra y singular custodia, y en los anchurosísimos senos de Vuestra Misericordia, que os dignéis mirarme con ojos piadosos: pues jamás se ha oído que persona alguna haya sido desamparada en sus aflicciones, siempre que se haya refugiado a vuestro amparo, con la disposición debida, y pedido vuestra intercesión con vuestro Hijo Jesús. Con esta misma confianza me encomiendo a Vos, Reina Soberana, y os suplico me concedáis esta gracia, y la que especialmente ruego en esta Novena, siendo para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.

Oración

 

            Dulcísima Virgen María de la Montaña, Patrona y Abogada mía cuyos misericordiosos ojos nunca cesan de mirar mis necesidades, para acudir prontamente con el remedio, pues como Depositaria de los infinitos Tesoros de la Providencia, me dispensáis copiosamente cuantos favores me convienen; a cuyo debido agradecimiento me obligáis tantas veces, cuantas son las que mis miserias resuenan en vuestros oídos, buscado alivio para mis necesidades, siendo Vuestro maternal amor tan eficaz, que sois Vos más pronta en remediarlas, que mi tibieza puede ser en proponerlas. Suplícoos, Madre amorosa, que, pues habéis declarado el especial amor que os merezco, hagáis sepa yo corresponder debidamente a tantos beneficios, y que me concedáis de Vuestro preciosísimo Hijo un auxilio eficaz para salir de las culpas, por medio de una verdadera contrición y arrepentimiento de todas ellas mediante una buena confesión, y me conservéis en la Divina Gracia, para que siendo mi vida santa ante vuestros Divinos ojos, después de ella logre una dichosa muerte, para llegar a tributaros eternas alabanzas en la felicidad de la Gloria. Amén.

DÍA QUINTO

 

            Dios Eterno y Señor mío: Yo os doy infinitas gracias por el especial favor que dispensasteis a María Santísima, dándole por Compañero y Esposo al Bienaventurado Patriarca Señor SAN JOSÉ, eligiéndole entre todos los justos para merecer tan alto empleo, como fiarle la custodia y guarda de vuestra Esposa. Y os suplico por sus Desposorios Santísimos que me concedáis el Patrocinio y amparo de esta Señora y de su Castísimo Esposo, para que siguiendo en todas mis obras las divinas inspiraciones, y obrando conforme a vuestra Santísima voluntad, merezca ser uno de los elegidos y predestinados para el Cielo, en donde en compañía de estos dos felicísimos Esposos, y de vuestro Hijo Jesús, goce yo de las delicias que tenéis preparadas a los justos en la Eterna Bienaventuranza. Amén.

 

Oración por la Ciudad

 

            ¡Oh dulcísima Reina de la Montaña, Patrona de nuestra Ciudad y Soberana Excelsa de todo nuestro pueblo!.

            Nuestros padres y mayores pusieron siempre en Vos sus esperanzas y jamás se oyó decir que fueran abandonados de Vos. A Vos acudieron en sus necesidades y siempre hallaron el remedio. Vos enviasteis la lluvia benéfica a sus campos agostados por la pertinaz sequía; hicisteis cesar las epidemias que diezmaban los hogares y llenaban de luto a las familias; alejasteis las terribles plagas, que amenazaban con el hambre y la miseria; apagasteis la discordias y fuisteis el lazo de unión, de fe y de caridad entre todos vuestros hijos. Y ya sois la Patrona de nuestra Ciudad, que desde remotos tiempos venís presidiendo la vida de nuestro pueblo, siendo la personificación de todas su glorias cívicas, la cifra de sus más bellos recuerdos, el símbolo más expresivo de su historia, la más rica herencia de su pasado y la más brillante antorcha de su porvenir, mostraos que sois siempre su patrona, patrocinando, protegiendo, fomentado y sacrificando sus intereses morales y materiales, cívicos y religiosos, a fin de que esta Ciudad, tan católica y tan mariana hasta el presente, siga siendo en el porvenir el Pueblo de la Virgen de la Montaña y vos seáis la Virgen del pueblo cacereño, cuyos hijos todos fijen en Vos por primera vez sus ojos al nacer y por vez postrera antes de morir.

            Sea nuestra devoción hacia Vos lazo dulcísimo de unión que estreche más y más los corazones de todos sus hijos, y haced que del uno al otro extremo de la Ciudad, resuene siempre esta fervorosa aclamación: Bendita y alabada sea la Virgen de la Montaña, a quien sea dada gloria, honor y bendición por los siglos de los siglos. Amén.